La Socialdemocracia no parece más que la desigualada y
endeble pierna izquierda de un sistema económico que se ha tambaleado hasta
derrumbarse, aplastando hasta la asfixia a los que estaban en su base. La pierna izquierda del sistema
del terror económico, el de los grilletes bancarios (hipotecas, avales…). La
pierna izquierda del sistema del terror a la patronal, el del “por lo menos
tienes trabajo”. La pierna izquierda del neoliberalismo que aparta, a golpes, de nuestras vidas la locura de un Estado garante de dignidad.
La Academia la define como una disidencia del Marxismo. Con todos los respetos (y sin ánimo de universalización), denominar
a la Socialdemocracia europea actual “disidencia” de la teoría marxista, es
concederle demasiados honores. Es como un café aguado. O como
si al jamón le quitas lo blanco. Definitivamente
preferiría apodarla como defección, ya que, volviendo al diccionario, ésta no
busca “propugnar una vía democrática hacia el socialismo”, si no más bien
parece propugnar una vía de menor impacto social hacia la privatización y venta
de recursos energéticos y demás sectores estratégicos de originaria titularidad
y gestión públicas; y todo ello aunque fuera por omisión. De acuerdo con lo redactado en la citada obra de la
Academia Española, cabe pensar que una socialdemocracia se acerca, por ejemplo, a Chile
durante la fugaz (por ilegítimamente truncada) presidencia de Salvador
Allende y la (suya, por mandato del pueblo) vía chilena al Socialismo; esto es,
en palabras del Presidente, “la primera sociedad socialista edificada según un
modelo democrático, pluralista y libertario”. Tres años más tarde, y tras la
nacionalización del cobre y la banca, el aumento de casi un 90% de estudiantes
universitarios y la reforma agraria que permitió al campesinado poseer
tierras, sufrió un Golpe de Estado que acabó con su vida en La Moneda.
Las comparaciones son odiosas, pero no me imagino a ninguna formación política española (socialdemócrata de siglas) releyendo la teoría y colectivizando nada. Ninguna extravagancia, por otra parte, ya que la misma norma suprema del ordenamiento jurídico español (nada sospechosa de ser de orientación bolchevique) constitucionaliza el instituto jurídico de la expropiación forzosa cuando sea por causa de utilidad pública o interés social.
Las comparaciones son odiosas, pero no me imagino a ninguna formación política española (socialdemócrata de siglas) releyendo la teoría y colectivizando nada. Ninguna extravagancia, por otra parte, ya que la misma norma suprema del ordenamiento jurídico español (nada sospechosa de ser de orientación bolchevique) constitucionaliza el instituto jurídico de la expropiación forzosa cuando sea por causa de utilidad pública o interés social.
Es elogiable, por el contrario, la manera en que la política
doctrinaria del Capital como elemento predominante en la generación de riqueza se ha encargado de la paulatina mercantilización de todo lo común: electricidad, gas, servicios médicos y educativos, transportes, limpieza,
etc.
El Neoliberalismo funciona como una industria perfecta donde no falla nada: la banca percibe miles de millones de euros que se pagan con la reducción de diferentes partidas en los presupuestos generales; la Constitución se modifica y adecúa a las contemporaneidades del crédito; los mass media acribillan a los sistemas foráneos al libre mercado; el trabajador admira al empresario y denuesta al sindicato…
El Neoliberalismo funciona como una industria perfecta donde no falla nada: la banca percibe miles de millones de euros que se pagan con la reducción de diferentes partidas en los presupuestos generales; la Constitución se modifica y adecúa a las contemporaneidades del crédito; los mass media acribillan a los sistemas foráneos al libre mercado; el trabajador admira al empresario y denuesta al sindicato…
Este sistema hace aguas. Puede que algún día cambie o
simplemente mejore, pero veremos qué se ha dejado, para ese entonces, por el
camino.